arta: Querido hijo:
Estas cartas te deben estar llegando todos juntas. No sé si eso significará que yo salí de mi casa y me atreví a entregar las cartas para que te las llevaran, o que he muerto y se han encontrado todos estos papeles en el suelo. Realmente espero que sea lo primero. Las anteriores las pude dejar en el buzón, cuando el Sol brilló alguna vez. Pero ya no lo hace más y no me atrevo a salir en tanta oscuridad, sobre todo después de las noticias que me trajo tu madre.
Sí, ella volvió. Llegó hace como dos días. Era de noche, una de esas noches en las que el olor te dice que es tiempo de dormir. Yo veía entrar la oscuridad por las ventanas; las velas se apagaban muy repentinamente: tengo muchos vidrios rotos por los que entra el viento. Las tenía que prender en todo momento, aunque tengo tantas que aunque algunas se apaguen no hay ningún cambio en el ambiente.
El techo goteaba... un sonido tan estremecedor que no podía ni pensar en él. Además me hacía estar demasiado nervioso. Me había costado dormir en los últimos días (ahora que vino ya tu madre estoy más tranquilo y seguro adentro de la casa) y estaba tan cansado que seguro ya empezaba a alucinar monstruos. Veía sombras que caminaban por la casa, oía los pasos de la escalera. Así fue como me levanté de la casa una de esas noches en la que no podía dormir; justo aquella noche en la que el olor me incitaba a hacer lo que el miedo no me dejaba.
Caminé unos pasos hasta la puerta. Obviamente, las velas estaban prendidas y había mucha luz, pero ¿por qué eso me iba a quitar el miedo? Tenía el revolver en mi mano, que creo que hace varias semanas que no suelto. Miré para todos lados. Miré desde el balcón del pasillo (que conecta mi cuarto, el baño y el cuarto de mi difunta hija) pero no vi nada hacia abajo. Seguía sintiendo ruidos de la escalera, como quejidos de la misma naturaleza muerta que había construido nuestra casa.
Me tropecé con algo blando, como carne humana. Miré en seguida pero mi cuerpo no me dejaba ver. Al pararme vi el cuerpo de tu madre, tirado en el piso, como desmayado. La agarré en brazos y bajé a la cocina. Le mojé la cara y le intenté darle de comer y de tomar. Cuando vi que mis intentos fueron totalmente fallidos la llevé a mi cuarto y la acosté en la cama.
Cuando se levantó a la mañana siguiente, estaba con los ojos muy rojos, como si hubiera estado mirando a una pantalla muchísimo tiempo. Me narró lo que había sucedido afuera: salió y vio a su hija, pero era distinta y ella tuvo miedo, con lo que salió corriendo; tropezó y se perdió entre los pastos. Vivió mucho tiempo comiendo de lo que encontraba, mayormente animales muertos. Las ropas habían vuelto totalmente deshechas y mojadas. Tenía sangre en muchas partes del cuerpo que, según ella, fueron provocados por animales salvajes: dice que hay muchos ahora en nuestro campo. Pero hay uno que es el peor de todos: nuestra hija.
Espero no ponerte más mal de lo que puedes llegar a estar.
Te quiero,
Reitero...
Escrito por Samara a las 19 de Agosto 2005 a las 10:59 PMtenes menos raiting que las peliculas de la coca sarli
Escrito por el que siempre visita pero no escribe a las 18 de Julio 2005 a las 01:21 PM