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22 de Noviembre 2004

A los mensajeros

uento: Este cuento refleja la vida de todos los humanos. Como todos nosotros cargamos un mensaje, tenemos una misión y nos hacemos preguntas. Al tratar de cumplir con la misión nos olvidamos realmente de los medios, como si no importaran, sólo queremos las metas.

¿A dónde conducía aquel perdido camino? Ella sabía cuál era su destino y cuál era su mensaje, mas no sabía la vía. Sus deberes quizás eran demasiados para una simple doncella. Pero allí estaba con aquella nota, que debía ser ya entregada, pues cuán más pronto fuera ella vista, más pronto podría salvarse el reino.
¿Por qué estaba ella ahora ahí y no uno de sus súbditos? La cuestión era por qué el destino deparaba decisiones tan dispares, aquellos que no merecen ganan los premios y aquellos que necesitan ayuda son ignorados. Todo tenía que ver con ser ella la sobreviviente, y no sus padres, de aquel terrible accidente.
¿Mas, exactamente, de dónde ella venía? Sólo recordaba haber recibido esa misión (que ya pronto olvidaba cuál era) y haber visto la muerte con sus propios ojos. Sólo eso la guiaba, la Muerte, que la azotaba desde adelante para que siga su camino con miedo.

Sacó para verla no más, aquella carta que su padre antes de departir hacia el reino de los olvidados le dio. No era entendible lo que allí decía, algunos símbolos extraños estaban impregnados. Además, el barro, la lluvia y el viento habían dejado marcas en la carta, con manchas, charcos y roturas.
Ella siguió caminando, sabiendo poco de su rumbo; los pensamientos que ahora le cruzaban sólo le permitían seguir.

El camino consistía de varias piedras, charcos y distintos objetos que hacían el caminar dificultoso. Poca atención ella le prestaba a esas cosas y pronto se caía para tener que levantarse de vuelta.
La carta en uno de esos tantos momentos se había caído al barro, pero ella prontamente logró recuperarla para guardarla de vuelta en su bolsillo. Aunque la estaba cargando, le tenía un poco de miedo, pues aquellas letras insignificantes servían para mejorar todo y para lograr la alegría de su reinado; y, para peor, ella no podía leerla: saber que se tiene todo el poder en un bolsillo mas no poder asirlo es como tener una mariposa en la mano pero no poder contemplarla.
El camino no había sido hecho para ella específicamente y por lo tanto no se adecuaba a sus necesidades, como todo siempre lo había hecho anteriormente. Ahora ella era la que tenía que por sí misma valerse para lograr aquello que los demás desean. Todavía lo tenía que hacer en aquel camino que parecía tener curvas en todos los sentidos y entrar en un bosque para salir en un pantano. Si aquello dirigía a algún lado debería ser a un lugar casi perfecto donde todas las recompensas sean dadas, pues el Destino no podía ser tan injusto como para hacer el sufrimiento durar para la eternidad; si tantas rocas había en el camino entonces pronto ella iba a llegar al lugar de donde las rocas fueron extraídas. Ese lugar estaba muy cerca en su mente, mas muy lejano en distancia; no era visible desde aquel lugar.
El camino, casi sin aviso, empezó una empinada subida, haciendo que ella se cansara rápidamente para que no pudiera seguir el camino. Sin embargo (sin que sus pies dejaran de moverse), miró para atrás y observó el paisaje que desde aquella altura era posible ver: casi nada, sólo una parte del camino y los bosques y pantanos que lo rodeaban; la niebla cubría todo lo demás. El sol estaba escondido ya desde hace tiempo. Las nubes de lluvia cubrían todo el cielo, negras como un augurio del futuro.
Miró después hacia delante, mas era nada lo que veía, la niebla no dejaba ver más que lo que los dioses querían que se viera. Podía ver las rocas que en el camino estaban prontas para acercarse a ella, pero no las quería observar.
El fuerte viento le hizo cerrar los ojos, y siguió caminado por lo que a ella le parecía era el camino. No se alejó ni se perdió del camino, sino que el camino parecía estar en donde quiera que ella fuera; no quería él dejarla sola a ella, quería servirle de guía.
Con los ojos cerrados y por aquel camino que la seguía a todos lados, llegó a la cima de lo que sea que ella estaba subiendo. Ahí, cuando sintió que el camino comenzaba a bajar otra vez, miró para lo que venía. Y pudo ver el camino que tenía que recorrer: era recto, estaba rodeado por pocos árboles y no estaba cubierto por la maldita niebla. Al final, como ella buena vista tenía, pudo ver claramente un oasis; era como una laguna rodeada por montones de animales y plantas. El Sol encontraba un paso por las nubes para poder llegar ahí.
Bajó corriendo con aquella alegría de no tener que seguir aquel arduo camino. Como sus ojos eran ya casi incapaces de mirar el camino, se tropezó y cayó, lastimándose la piel y varios huesos, sin mencionar las roturas y las manchas que consiguió en su vestido blanco. Mas eso no le evitó seguir corriendo. Se levantó y corrió.

Después de una curva casi invisible en la niebla que rodeaba aquel bosque, ella se encontró en la encrucijada con otro camino. Una persona iba por aquel, así que ella se detuvo para pedir ayuda, pero más prontamente el otro abrió su boca desde la distancia.
-¡Se ha herido! ¡Ruego por tu ayuda! ¡Puede llegar a la Muerte sino lo cargamos a un médico! Además, no encuentro el lugar al cual me dirijo, se llama... –pausó por unos segundos para pensarlo- no me acuerdo... Mas eso ahora no importa, salvemos a aquel hombre moribundo.
-Yo estoy teniendo mis propios problemas, me he tropezado y tengo todo mi cuerpo lastimado. Mis ojos me han engañado y he visto visiones. Tengo miedo y no logro entender mi mensaje. No encuentro el lugar que busco, que más allá de no saber su nombre, se suponía que yo sabía el camino. Sin embargo no encuentro pasos que me lleven hasta el hombre al cual le tengo que entregar el mensaje, y este camino no se quiere separar de mis pies.
-Entiendo tus problemas, mas la Muerte es ahora la más cercana, y es aquel el que la está sufriendo. Ven y ayúdame, después yo te acompañaré hasta tu destino. Yo también cargo un mensaje, pero hay que saber cuando las prioridades están equivocadamente ordenadas.
-Sin embargo, mi mensaje tiene la salvación al mundo; si no lo entrego rápido aunque a él lo salvemos, después se morirá. Yo tengo la inmortalidad de toda la humanidad en mi bolsillo, y tú me pides que me importe más la vida de una persona que la de todos los demás. Te digo que sigas tu camino y encuentres otra ayuda.
-Pues si quieres que esto así sea, así será. Mas no encontrarás después nadie que te auxilie en el camino, ni nadie que se ofrezca a acompañarte. Yo sigo corriendo en busca de ayuda.
-Hazlo entonces, pero entiende que tú tampoco lo estás ayudando, no estás a su lado, sino que paseas y te alejas acercándote a tu meta, con el pretexto de buscar ayuda.
Así ella y él siguieron corriendo, cada uno por su camino, y cada uno con sus sentimientos.

En el suelo las rocas se cambiaron por rosas, y el barro por pasto. Pero ella no notó nada de esto; ni siquiera vio que a sus costados la niebla estaba desaparecida y que el pasto brillaba más verde que en otras partes. Se podría haber detenido a observar todo, pero no lo hizo. Estaba tan cerca de lo que creía ella era el final, que pararse a descansar hubiera sido más que una pérdida de tiempo.

Y así llegó a aquel lugar en donde ella tenía que entregar la carta, y se dio cuenta de su equivocación y olvido. La carta era para ella. Ella la tenía que leer y divulgarla a todos. ¿Por qué había pensado que era para los demás? ¿Acaso la Muerte juega así con las mentes de las personas? El apuro no le había dejado ver bien las cosas. Decidió justo cuando su corazón prefirió no funcionar más, mirar de vuelta la carta, para tratar de descifrar de nuevo las letras. Y al leer y entender lo que las letras decían se dio cuenta de sus errores y problemas. Y suspiró, mientras se daba cuenta de todo lo que podría haber vivido si la hubiera entendido en el principio, si cuando con apuro empezó a correr, no hubiera intentado leer la carta al revés. Pronto hizo su último ruido, el ruido de la libertad.

Envinyatar: 22 de Noviembre 2004 a las 11:51 PM
Comentarios

¡ Ese día ha llegado Arathorn II !

Escrito por Bailolamacarena a las 29 de Enero 2005 a las 05:28 PM

una posible diferencia es que el muerto "inerte" no puede ya nunca cambiar, mientras que el muerto en vida puede pasar por alguna experiencia crítica que lo haga despertar

Escrito por Arathorn II a las 30 de Noviembre 2004 a las 06:01 PM

no le veo diferencia entre muerte inerte y muerte en vida...

Escrito por caos a las 30 de Noviembre 2004 a las 01:29 AM

Me gusta mucho leerte. Tienes una mente profunda y un corazón inmenso. Sólo te falta vida y experiencia, pero están en camino. Hace
falta mucho valor para vivir, de verdad vivir, no sólo ver pasar el tiempo mientras se espera la muerte. Coraje!

Escrito por Arathorn II a las 29 de Noviembre 2004 a las 12:54 PM
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