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5 de Septiembre 2004

Lo sentido

uento: No sé qué decir de etse cuento. Sería demasiado y estoy algo cansado de escribir. No voy a decir nada. Perdón por no haber escrito desde hace mucho pero la verdad es que no encontraba tiempo. Bueno, nada más.

Desdichado aquel que tuvo siempre sus ojos abiertos, pues nunca ha visto, ni nunca ha observado. Que la vergüenza le llegue a ese que tratando descubrir no hizo más que mantenerse en su vacía ignorancia. Yo nunca había visto. Mis ojos no se habían abierto desde que han llegado a este mundo. No quería ver.
¿Para qué ver el sufrimiento cuando los pasillos sin fin ya son creados en mi cabeza? ¿Para qué mirar a la luz si con la oscuridad estoy escondido? ¿Quién querría ver aquello que no se debe?
Ustedes que ven no piensan; todo lo que ven, piedras, muros, sangre, nubes, es todo lo que es y todo lo que es no es más que un reflejo en sus ojos. Pobre, ustedes dicen cuando ven a alguien que cuando mueve sus ojos sólo ve negro (posible es que algún color atraviese su ceguera para llegar a su parte apagada, mas no es importante eso en este tema), pues ese no aprecia los colores, ni puede maravillarse con lo que la naturaleza le brinda. Muchos, ustedes, piensan que lo es todo, la vista me refiero, y olvidan que la vida sólo existe por una razón: esos mecanismos tan fuertemente trabajados, alguna vez olvidados por el hombre, hace tanto que ni mi memoria recuerda, y que ahora sólo cumplen la función de acompañar al monótono autómata.
Ustedes pensarán que trato que me miren en mayor estima; ustedes pensarán que yo simplemente quiero que mi ceguera sea un algo importante, un algo que me haga mejor. Entonces he de decir que mis palabras están erróneas. Ustedes no piensan. Si ustedes pensaran ¿por qué están sentadas leyendo? Algunas responderán que es por diversión, otras que es por cultura, pero pocos serían capaz de descifrar que están sentados por egoísmo. Eso es lo que los mueve. Si se sienten insultados, les pido que piensen. ¿Acaso no hay muchos sufriendo? ¿Acaso no tendrían que ayudarlos (no hablo sólo de darle pescado ni enseñarles a pescar)? Sin embargo, y aunque ustedes no se den cuenta, están sentados aquí buscando su propio bien.
Todos queremos que estemos bien. Ninguno quiere sufrir. ¿Y qué si hago esto para que me miren más alto? ¿Y qué si quiero que no sufran al mirarme? ¿Y qué si quiero mi propio bien? ¿Acaso no todos lo queremos?
Contrariamente, este no es el caso. Iluminado por vistosas velas que no dejan ver, voraces vientos que vigilan la escritura, paso a contar la historia de mi ceguera, pues ella nunca existió. Yo siempre pude ver, siempre pude pero nunca lo hice. Desde que mi madre con todo su sufrimiento logró traer tan gloriosa vida al mundo, nunca abrí mis ojos, nunca quise. Tenía miedo al principio. Tenía miedo de lo que entre ustedes es trillado, de lo que todos pueden ver y entre los que todos caminan. Esos fantasmas que me acosan ya desde mi nacimiento. Que están en todos lados, y sin los cuales el humano no sobrevive.
Después traté de borrar los fantasmas de mi mente. Los eliminé, y me di cuenta que no tenía que tener miedo. Sin embargo no quería abrir los ojos. Mantener los ojos cerrado me había mantenido vivo; era lo que me ayudaba a ver tanto, a pensar tanto. Si mi valentía los abría la magia desaparecería. Entonces los mantuve cerrados. Eso sucedió en mi adolescencia.
Con mis padres vivíamos en un pueblo, muy cerrado y muy pequeño, en el cual yo era amado y muy conocido. Ya sabía de memoria las calles y las casas, no era capaz de perderme; podría ser capaz de decir que era el que mejor se sabía el pueblo. Me aprendí de memoria muchas cosas, desde las estrellas que iluminan (aunque nunca pude entender iluminar) hasta las mejores tierras. Por eso supe siempre por dónde caminar, y por dónde oír los ruidos que muchas veces aparecen.
En esas épocas de perdición en aquel pueblo donde vivía con mis padres, me volví obsesionado con el tiempo. Me regalaron un reloj de arena, y cuando este se acababa lo daba vuelta. Nunca me separé de él. Estoy seguro que lo tengo en el bolsillo ahora. No, no lo tengo. No escucho la arena cayendo. ¿Por qué no lo tengo?
A veces caminaba con ese reloj por las calles, dándole la vuelta según medida.
Había acompañado a mi madre; a comprar los animales muertos que íbamos a almorzar. Estábamos caminando, los dos; el Sol nos iluminaba. Las rugosas piedras se sentían bajo mis pies; el frío viento nos empujaba; la lluvia empezaba a oler; las hojas se escuchaban cuando golpeaban el piso. Era el miedo del otoño; quizás era el medio de la primavera. Ella falló aquel día. Aquel día que fue el primero en que vi la muerte con su cara. Apareció tan de repente que hasta a mí, yo ser tan capaz de sentir, me asustó. Ella con su hoz. Trayendo a su horda de monstruosas deformidades, que vienen y encierran, para que el Sol sea escondido por la eternidad. El reloj se me cayó, pero nunca tocó el suelo. La muerte, ser indescriptible, quién a todos sigue, me habló ese día con palabras incomprensibles.
Se seguían acercando, me rodeaban a mí, en vez de a mi madre. Aquellas deformidades tan bellas, esos monstruos que como un ejército sigue a su general, seguían a la muerte. Unas palabras cruzaron el aire otra vez. Y yo no vi más. Otra vez mis ojos cerrados volvieron a funcionar. Pero aquél olor todavía queda en mi mente, el olor de la muerte, y aquél sonido, la voz del fin, tan tremendamente increíble, que quizás sólo yo soy capaz de imaginar.
Volvía a agarrar el reloj, que estaba en mi bolsillo. No se me había caído.
Asustado empecé a imaginar cosas, cosas tan horrendas, animales que buscaban llenar su apetito, que me perseguían a mí, por todo el pueblo. La gente me empezó a tener miedo, yo decía a veces palabras inaudibles; ahí fue cuando me di cuenta que del aire del pueblo me tenía que ir. Así fue como corriendo llegué a lugares desconocidos, todos de fuerte roca, e inodoros. Perdido y sin vista, como yo había vivido toda mi vida, cruzando amplios llanos, me caí en un profundo pozo. Sólo pocos saben por qué ese día no me lastimé.
El olor a humedad me perseguía, lo sentía a mi alrededor. El aire estaba muy pesado, apenas me dejaba espacio para respirar. No sentí el crepitar de ninguna antorcha, pareciera que ninguna quería prenderse ahora que yo estaba encerrado. Toqué las paredes, que no estaban muy lejos mío, y sentí su frío musgo y la latiente piedra. Sólo había dos. Era un túnel que necesitaba ser recorrido.
Algo me insistía en abrir los ojos, creo que era el miedo, pero yo sabía esto sería en vano. Usé todos mis fuerzas para mantenerlos cerrados; no necesitaba ver, la oscuridad ya me llenaba los espacios inalcanzables. Atrocidades de la naturaleza, todas persiguiéndome. Seguí caminando esquivando los seres inexistentes, a veces tropezándome con una piedra o resbalándome con el acuoso piso. Cuánto más me acercaba a mi meta, un algo que nadie era capaz de conocer, el frío más me rodeaba.
Mis piernas se helaban, mi olfato se repugnaba y mis manos sólo tocaban la acusante piedra. Mis pasos resonaban por todo el túnel, mas yo, igual, era capaz de oír. Unos pasos me empezaron a perseguir. Ruidos tan fuertes, lastimaban mis oídos. Una estúpida criatura me persiguió desde adelante, y por eso me di vuelta, para volver mis pasos, cada vez más cerca del ruido que tanto molestaba mis oídos. El sonido resonaba por todo el túnel, como persiguiéndome. Atrás una criatura, adelante lo desconocido. Los pasos se acercaban, un nuevo olor olía, algo tan horrible y degradante; parecía como un algo muerto, que ya no vivía.
El miedo tomó riendas de mi cuerpo y yo no pensé, y mis ojos se abrieron para ver todo oscuro. Los ojos me dolían, pero el ruido era más fuerte. Estaba ahí y no lo podía sacar; los pasos retumbaban cada vez más; eran de dos criaturas. La primera pasó sin verme, y no se asustó, como de imaginarse era, por el monstruo que yo me había imaginado. Sin embargo, se estaba escapando de algo, olía su miedo. Pasó a mi lado y miró para su atrás, y empezó a correr más rápido, soltando un leve alarido. Lo miré girando mi cabeza para atrás. El túnel estaba ahora iluminado y podía verlo bien a él; miró otra vez para atrás, viendo lo que tanto temía. Pronto desapareció como de si un fantasma se tratara, apagando las luces con un ruidoso sonido.
Los pasos seguían acercándose. Había podido ver que el pseudo-asesino que me perseguía se había ido, así que otra vez corrí para allá. El suelo fue pronto cubierto a mi incógnito, por una cómoda alfombra, y ya mis pies no tocaron el frío piso. Palabras comenzaron a correr por los pasillos, varias frases que repetir no quiero ni debo.
Estaba siendo perseguido. Mi nombre era repetido, me estaban tratando de hacer dejar la tierra a la cual tanto quiero.
Entonces mi valentía luchó contra mi miedo, ganando estrepitosamente, haciéndome frenar para darme vuelta. Vi algo tan horrible que va a ser difícil de describir, vi algo de lo que todo humano tiene miedo, vi algo de lo que quizás muchos temen. Ni mi corazón se atrevió a hacer ruido por un momento. Vi algo que no me esperaba y no me imaginaba: nada.
No había ruido, no había olor, no había monstruos, no había frío. Pensé que la alfombra había apagado los pasos, pero ni siquiera se sentía el roce de los pies contra el aterciopelado piso. Un olor distinto al de la muerte se empezó a emanar, el de la putrefacción. Empecé a seguir ciegamente ese olor, y ahí hallé un cuerpo. No sé qué criatura era aquella, mas era una de las más bellas que en mi corto tiempo había visto. Lástima me dio haberla visto muerta por aquella criatura que siempre me estuvo persiguiendo.
El cuerpo estaba todo desgarrado, le habían arrancado las patas, y por eso se había caído, su cabeza contra el suelo. Al ver todo esa carne recordé no haber comido desde hace días, y como un carroñero me apoyé en el suelo para empezar el festín. La carne era realmente rica, pero con repugnancia la comía, al saber de donde provenía y del ser que la contenía. Tan bello y tan perfecto era ese ser que preferí sólo comer para calmar un poco mi sedienta hambre, y beber sólo para calmar mi hambrienta sed.
Pronto y con miedo seguí mi camino por aquel interminable pasadizo. No tuve mucho tiempo corriendo hasta que vi una segunda criatura muerta, aunque no tan bella como la anterior. Mis instintos primordiales tomaron mi cuerpo, y no decidí sino que actué llevándome el cuerpo para hacia donde sea que yo iba. Pesaba demasiado, así que tuve que arrastrarlo y aminorar mi paso.
Caminando despacio, mucho menos que cualquier otro, llegué a un hermoso salón, iluminado por varias velas. Un mesa se encontraba lánguida en el medio, con sillas que proyectaban sombras a sus costados. Las paredes recubiertas de madera y ornamentas, varios cuadros y candelabros, estaban alejadas, mucho más que aquellas del túnel. Una puerta nada más entraba en aquella cerrada habitación, y no era por la que yo había entrado. Yo había encontrado esa habitación por medio de un pasadizo secreto o algo que tenía ese estilo; ya no veía por dónde venía.
Dejé al cuerpo en la mesa, tirado, y me descansé en una silla. Miré el todo que me rodeaba, cansado. Realmente muy cansado. No escuchaba nada, las velas se apagaban; cerré los ojos.
Me levanté no sé cuanto tiempo después, si días o noches, si años o meses. Sé que el hambre ya me había vuelto y a la criatura nada la había tocado, ni siquiera la podredumbre. Avancé mis manos hacia ella, y la empecé a roer, rompiendo toda la carne y hasta los huesos.
Mi mente vagó por varios instantes, pensando cuál criatura sería aquella que tan bella era en su ser. No había visto nada parecido, obviamente, pues mis ojos no se habían abierto hasta aquél decisivo instante. Seguí comiendo. Debía tener por lo menos un rudimento de inteligencia, pues había mirado para atrás con miedo. Quizá era un perro, quizás un caballo. No podía decidirlo ahora. Seguí comiendo. Pensé en mi deber para buscar estas criaturas y así saciar mi apetito de belleza. Terminé de comer. Continué con hambre.
Revisé en todos los oscuros rincones a la sala; no encontré ni un recuerdo. Abrí la puerta y salí sólo para encontrarme en un pasillo de madera, con varias puertas más. Esto debía ser una casa, o como más un castillo. Todos los cuartos estaban fríos y silenciosos. La búsqueda recompensó al buscador, pues en mi ignorante vista encontré la puerta de salida, que llevaba a una escalera demasiado alta, por la cual subí para salir a la noche.
Busqué por todo un suave campo, sin encontrar ningún ser parecido en belleza ni en inteligencia a aquel que había visto muerto. Llegué a una ciudad. Por fin vi a uno de esos animales. Estaba recostado. Debía ser un perro. Lo ahorqué. Se movió en sus últimos pasos. Fue mío. Lo destruí con mis manos en aquella misma fría vereda. Y pronto dejó sólo el olor repugnante que tanto me encantaba.
Creo que ahí ya todo fue curado, el hambre y la sed así como el placer. Volví a mi castillo. No dormí, ni dejé los ojos abiertos, sólo pensé y traté de vivir por mis espejismos que están en mi cerebro.
Después de tanto tiempo que pocos recordarán, salí en busca de mi próxima presa. Entré en la ciudad. Era de día. Había demasiadas criaturas bellas. Mi cabeza no aguantaba belleza. Mas ni eso fue lo que me encerró, sino que fue el darme cuenta, el pensar. No eran criaturas extrañas ni perdidas. Volví a mi castillo para acobardarme con mi pensar. Palabras resonantes en cada rincón, calentando cada ser. Esos ruidos que oí aquel día, que fueron peor que los que desde mi nacimiento acechaban y más que los que desde la muerte de mi madre me buscaban. Lo que oí, junto con lágrimas, salido de aquellos bellos seres fue:
-Ayer destruyeron el cuerpo de mi padre

Envinyatar: 5 de Septiembre 2004 a las 10:54 PM
Comentarios

No sé kuál fue el primero, si los kortes por la bella pálida dama o este relato kafkiano poeiano ellessariano y nietzscheano...pero kreo ke éste es aún mejor ke el primero, lo kual es difícil de lograr. Kontinúe así bello niño de delikadas garras...y sabelo ke si kieres publikar o pertenecer a Soc. D Egoístas sólo tienes ke eskribirme...Tú entiendes lo ke es ser egoísta!

Escrito por Askatu(el br1) a las 23 de Noviembre 2004 a las 02:06 AM

ME ENCANTO, Y MAS TODAIVA LA IDEA DE VER LA NADA.

Escrito por WACKAMOLE a las 23 de Noviembre 2004 a las 12:50 AM

Muy sincero y directo, aunque podrias mirar el lado positivo no?

Escrito por yo a las 29 de Septiembre 2004 a las 02:48 PM

Realmente excelente, por mas que tengo una pregunta: ¿Por que la mayoria de tus cuentos tienen que tratarse de la muerte?
Me parece que si refleja algo de tu vida, te pasas viendo la parte mala de la vida y te olvidas de ver la otra.
De todas formas, me parece realmente excelente

Escrito por Night Wish a las 24 de Septiembre 2004 a las 10:32 PM

Interesante... Me gustó mucho.

Escrito por Melian a las 8 de Septiembre 2004 a las 12:17 AM

Muy bueno, a mi me ha gustado.

Dark kisses

Escrito por lua a las 6 de Septiembre 2004 a las 07:44 AM
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