arta: Otra carta de mi padre. Lo noto más contento. Quizá todo se mejore.
Le ayudó que lo haya visitado; lo dejé contento.
Querido hijo:
Qué suerte que todo anda bien por ahí. Acá todo sigue igual desde tu visita. No ha parado de llover, pero ya estoy preparado ahora para cualquier emergencia. Sin embargo no parece que algo malo se avecine. Cada día parece que el Sol lucha por intentar salir, pero todavía no puede.
Ella sigue peor. Está muy blanca, su respiración es muy profunda: parece asustada. Como no ha dormido desde que viniste el contorno de sus ojos se oscurece cada vez más. Grita ahora por las noches; por el día también. A veces las frases tienen sentido, a veces parecen en otro lenguaje, y a veces ni siquiera se pueden pronunciar; pero siempre todos sus gritos tienen un mensaje. Su madre ahora sólo entra al cuarto para dejarle la comida. La niña casi ni se mueve cuando le dan algo, aunque ella come sola. Le abrimos la ventana un día (en realidad fue su madre la que se la abrió, pero yo fui el que dio la idea) y dejamos que el viento entrara, pero la lluvia no. El viento cerró tan fuerte la ventana, las cortinas y la puerta, que varias cosas en el cuarto se rompieron. Hay estaba esa vasija de la abuela,, una lástima.
No creo que te pueda decir nada más. Por lo menos ahora las cosechas dan frutos, gracias por ayudar. Espero que escribas para saber como todo va en tu casa.
Te quiero.